Como bien se sabe, la necesidad es la madre de todos los inventos. Y ciertamente ese refrán está muy ligado al nacimiento del globo estratosférico francés MIR. A principios de los años 70 el programa de investigación atmosférica de ese país necesitaba encontrar una nueva plataforma que fuera versátil y adaptable a cualquier circunstancia climática (el ártico, los trópicos, etc.), barata, de sencilla operación y por sobre todo que permitiera la realización de vuelos de larga duración.
Así, luego de varios años de estudio, científicos del servicio de aeronomía del CNRS (Centre Nationale de Recherche Cientifique) llegaron a la conclusión que se podría usar el concepto original de los hermanos Montgolfier (con aire caliente en lugar de gas) para desarrollar un nuevo tipo de balón que permitiera efectuar no sólo vuelos estratosféricos de larga duración, sino que además pudiera efectuar "excursiones verticales" es decir cambiar de altura con solo abrir y cerrar una válvula y sin necesidad de llevar lastre.
Los primeros dos modelos del aeróstato, se fabricaron utilizando polietileno oscuro para facilitar la absorción del calor solar. Fueron probados en 1977 y demostraron buenas performances, no obstante lo cual, ninguno de ellos sobrevivió la crítica fase nocturna.
Luego de algunas pruebas y ensayos, los técnicos del organismo galo idearon una solución para el problema del vuelo nocturno: contrarrestar el enfriamiento del aeróstato por la absorción de la radiación infrarroja proveniente de la Tierra. El nuevo prototipo que fuera bautizado MIR (siglas de Montgolfier Infra Rouge), en lugar de ser de un material oscuro, estaba compuesto por dos hemisferios bien diferenciados: la parte inferior de polietileno transparente, que facilitaba el pasaje de la radiación telúrica, y la parte superior fabricada de mylar aluminizado formando una cavidad que permitía la retención del calor absorbido elevando la temperatura interna del globo y otorgándole mayor sustentación.
A la derecha vemos uno de estos globos en fase de ascenso en Ny Alesund, Isla de Spitzbergen, durante una campaña tecnólogica del CNES en el Artico en 1992. Se aprecia claramente la diferencia de composición entre los dos hemisferios. (Gentileza de Øyvind Nikolaisen)
Los primeros modelos usaban un globo convencional como "tractor" del MIR: se inflaba con helio un globo pequeño y se lo hacia subir hasta la baja estratósfera. Una vez allí el MIR se autoinflaba, se desprendía del globo principal y comenzaba su vuelo libre. Esta técnica de lanzamiento -inspirada en los vuelos de globos Tandem de gran volumen de mediados de los 60's- sería no obstante muy poco utilizada. En posteriores desarrollos a efectos de un rápido ascenso se comenzó a utilizar helio para su inflado, no obstante lo cual el "combustible" que posteriormente lo mantiene en vuelo sigue siendo el aire, calentado durante el día por efectos de la radiación solar y de noche por la emisión infrarroja terrestre que logra captar. Así, mantiene un nivel de vuelo diurno de entre los 28 y 30 kms pudiendo descender hasta los 18 kms en la fase nocturna.
Inicialmente, los MIR poseian un volumen de entre 6.000 y 13.000 m3, y una forma más parecida a un cilindro (ver recuadro inferior). En posteriores desarrollos se llegaron a probar -sin mucho éxito- algunos de hasta 75.000 m3 hasta que se llegó al modelo standard actual en forme de "gota invertida" y con un volumen del orden de los 45.000 m3. Su capacidad total de carga uacute;til es de alrededor de 80 kg. Esta carga incluye los aparatos científicos, instrumentos de telemetría, baterías de operación y un sistema de seguridad baro-pirotécnico que destruye el globo cuando éste desciende demasiado evitando así que represente un peligro para la aeronavegación.
Como vemos se trata de un globo de características muy especiales. Tan especiales que lo han llevado a convertirse en toda una "estrella" del firmamento ufológico.
Situándome nuevamente en el contexto de la investigación del incidente de setiembre de 1985, era evidente que el MIR se perfilaba como un fuerte candidato para explicar el caso. Descartados -como vimos en el capítulo anterior- otros tipos de globos, bastaba releer las razones esgrimidas en las investigaciones de Montello, Demaría o Díaz y las explicaciones dadas por el Dr. Horacio Ghielmetti para comprender cabalmente que todo apuntaba hacia el ingenioso globo galo.
No obstante, siguiendo la linea que me impuse desde un principio decidí ver que encontraba por mi propia cuenta. Comencé a buscar mayores precisiones sobre las misiones llevadas a cabo por el CNES con sus globos MIR, inicialmente a través del website de la división globos del organismo. La información contenida allí me permitió profundizar mi conocimiento de la tecnología subyacente en dichos aparatos, pero poco me aportó en cuanto a referencias documentales específicas sobre los vuelos que me interesaban: los registros históricos más antiguos databan de 1988. Si bien a nivel referencial eran útiles (para saber sus reales capacidades de vuelo en misiones prolongadas) su valor testimonial era relativo ya que eran datos correspondientes a misiones efectuadas en años posteriores a las que me interesaba investigar. Por ende y ante la imposibilidad de avanzar, decidí tomar contacto personal con el organismo e intentar recabar directamente dicha información a Gerard Letrenne, quien trabaja en la sede del CNES en la ciudad de Toulouse.
Para mi sorpresa, en cuestión de tres semanas recibí una pronta respuesta a mi solicitud. El amable e-mail de Letrenne contenía un detalle de las misiones MIR efectuadas durante la década del 80.
Olvide mencionar que por otras fuentes obtuve el dato que todos los vuelos habían sido realizados desde una estación de seguimiento y telemetría de satélites inaugurada a mediados de los años 60's por la agencia espacial francesa. Dicha estación se situaba en Paardefontein, localidad rural e inhóspita ubicada a unos 40 kilometros al noreste de la ciudad de Pretoria en la República de Sudáfrica. Ahora volvamos al e-mail de Letrenne.
Lo que más me llamó la atención de su mensaje fué la arte final: "...En 1993 recibimos una carta del Centro Argentino Investigador de Fenómenos Extraterrestres (CAIFE) con una fotografía de un objeto luminoso en el cielo tomada en Septiembre de 1985 por el observatorio de La Plata en Argentina. Hemos confirmado que ese objeto efectivamente era un Montgolfier Infrarrojo..." lo que demostraba que, a pesar de mi cuidado en no mencionar el término OVNI, no sólo conocían perfectamente las repercusiones de los vuelos MIR sobre sudamérica de ese año sino que además no era la primera vez que eran consultados al respecto.
Sorprendido y alentado por la predisposición de mi interlocutor, procedí a escribir nuevamente, esta vez inquiriéndolo sobre algunos aspectos del caso y en especial sobre la peculiar forma del globo y la no menos extraña columna luminosa, adjuntándole para ello la imagen de La Plata. Cerca de una semana después, Letrenne me respondió señalando que en la imagen presenta un globo MIR sin su carga científica, ya que ésta había sido eyectada sobre Chile y que un hacendado la encontró y la envió -por medio del ejercito- de vuelta a Francia. Asimismo me comunicó que segun su teoría el balón, ya libre de su carga, en lugar de ser destruido, siguió volando agregando que probablemente lo haya hecho hasta que al seguir descendiendo alcanzó la altura de seguridad (18 km) activando finalmente el dispositivo baropirotécnico de su destrucción.
Si bien el tenor de su mensaje no apuntaba a contestar puntualmente los interrogantes planteados, sumaba algunas precisiones más a todo el conjunto. Aún a pesar de su deferencia y buena voluntad al responderme, para mí seguían sin una respuesta satisfactoria dos de los principales enigmas del avistamiento. Por un lado la columna de luz ubicada encima del objeto, presente en la mayoría de las fotos obtenidas ese día, y por el otro el gran argumento de todos aquellos que apoyan la hipótesis OVNI: ¿por que si los prolongados vuelos de estos aeróstatos son tan comunes y habituales no existen testimonios gráficos similares en otros lugares del orbe?... ¿o si existen?.
En ese entonces no imaginaba que de la mano de la casualidad, me encontraba a punto de descubrir un elemento de prueba fundamental, que terminaría de explicar definitivamente el caso.
Pero no nos apresuremos y antes de continuar con el análisis, los invito a que veamos brevemente que ocurría en sudamérica los meses anteriores. Como veremos la "atmósfera ufológica" que se vivía es un factor fundamental a la hora de sopezar el gran impacto del avistamiento.